Emprender como mujer es algo natural, pues esto se encuentra programado en su ADN. Desde los primeros años de vida, generalmente, las mujeres toman posiciones de liderazgo y mantienen a los grupos donde se desenvuelven al ritmo que ellas marcan. Probablemente la propia naturaleza las ha destinado a ser las principales actrices en el juego de generar nuevas ideas y consolidarlas con seguridad, esta condición las coloca como líderes en la organización de los hogares y las convierte en seres naturalmente listas para emprender.
Su instinto femenino de preservar y proteger con la vida misma el bienestar de sus creaciones, como pueden ser sus hijos, ideas y negocios; las sitúan como estratégicas en la consolidación de proyectos, ellas son un verdadero ejemplo de creatividad y trabajo. Emprender no solo se trata de iniciar algo nuevo, sino también de desarrollarlo, hacerlo crecer y, desde luego, convertirlo en algo fructífero.
En este sentido, si una mujer desea ser emprendedora, primero debe reconocer este oficio como su vocación, no refugiarse en esta actividad porque no tiene más opciones, sino porque tiene el gusto, el talento y la preparación suficientes para desempeñarse exitosamente al concebir, organizar y consolidar una empresa. Por lo tanto, no es conveniente dejar de ser emprendedora pensando que los hombres tienen más oportunidades de serlo, no veo que en la realidad así suceda.
Es una virtud tener el olfato necesario para reconocer las oportunidades que el mercado ofrece y así aprovechar las ventajas competitivas que como representante del género femenino brinda el todavía mayoritario nicho masculino de la gestión de negocios, ya que la perspectiva femenina es un complemento ideal de la visión masculina, y es así que, ambas visiones juntas, nos permiten encontrar ciclos venturosos de mejora y crecimiento, incluso en los negocios.
Desde la definición más amplia del emprendimiento, las mujeres también tienen oportunidades de crear y consolidar iniciativas que lleven a mejorar sus entornos aunque no sean empresas propias, sino también en las organizaciones donde se desempeñan. Emprender tiene una connotación muy fuerte de innovación, valentía, creación y liderazgo, características de la mejora personal y comunitaria, sin que el lugar donde se labore o el género sean una limitante.
En este sentido, se puede inferir que el emprendimiento es un atributo femenino, ya sea que ellas inicien sus propios proyectos, o bien, que tengan que formar a los emprendedores, pues todos los emprendedores y emprendedoras de todos los tiempos han sido nacidos de un vientre femenino y han sido formados en un hogar normalmente liderado por una mujer.
Confieso que no soy una feminista en el sentido más difundido del término, pues reconozco que, en ocasiones, las condiciones de las mujeres no son tan equitativas respecto a las posiciones masculinas, pero en general, y hablo por mi experiencia personal, en muy pocas ocasiones he sentido discriminación por mi género. Me gustaría que esta sensación fuera más generalizada, o mejor dicho, me parece pertinente reflexionar si la desventaja de género nace a veces desde el interior de la misma mujer más que del entorno.
Te invito a hacer uso de tu poder personal, este poder está dentro de ti, dentro de tu ADN; y es momento de creer que tú puedes transformar, que tú puedes crear, que tú puedes emprender en cualquier ámbito de tu vida.
¡El comienzo está en ti!
Colaboradora:
Mtra. Guadalupe Valenzuela Ríos | Rectora de la Universidad Virtual del Estado de Guanajuato (UVEG) | FB: @LupitaValenzuelaR | FB: @UVEGonline